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Pequeño-Gran Hermano

 por Yago Franco

Orwell

 1984, novela de George Orwell, representa un mundo de pesadilla, en el cual cobra existencia una sociedad totalitaria que se adueña de la psique de sus integrantes. El omnipresente Gran Hermano (cuya existencia es innegable y al mismo tiempo incomprobable), la policía de la mente, la neolengua (creación-imposición de un lenguaje fuera del cual nada puede ser pensado), el temido crimen mental (o crimental) la existencia de cuatro ministerios (el del Amor, el de la Paz, el de la Abundancia y el de la Verdad) son los mecanismos que permiten el control sobre los sujetos, quienes no conocen la intimidad ni el libre pensamiento, y tienen prohibido el placer sexual. Winston Smith forma parte de un grupo que se opone a dicho estado de cosas: pero será Gran Hermano quien resulte finalmente triunfador. Uno de los lugares destacados lo cumple el citado Ministerio de la Verdad, en el que Smith trabaja, y que se encarga de rescribir la historia, utilizando para ello los medios de comunicación. Esto último cumple un papel fundamental, ya que, como se sostiene en la novela, “quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

En el actual programa televisivo Gran Hermano, quienes participan (y buena parte de los televidentes) seguramente ignoran las raíces que el título del mismo tiene en la novela citada – y/o también el contenido de la misma - , y están dispuestos a obedecer y hacer méritos ante Gran Hermano. El papel del público es determinante para el resultado de lo que es, en realidad, una competencia. Los paralelos entre el programa y la novela son relativos: es evidente que hay mucho de actuación en los participantes, ya que todo transcurre bajo la mirada de las cámaras-ojos de Gran Hermano (y del público), tal como en The Truman Show. La diferencia fundamental está dada en la participación voluntaria, en que el mecanismo es conocido por todos desde el comienzo (aunque ya veremos que una parte fundamental es ignorada), y en que hay un premio en dinero para quien permanezca hasta el final. También se diferencia en que es un show, un reality show, es decir, es un show de la vida real. Un show de la vida real en nuestra sociedad: pero aquí justamente comienzan las semejanzas con la novela …  y con la vida real. En este punto podemos hallar  paralelos inquietantes.

Gran Hermano

En el programa puede apreciarse cómo sus participantes están dispuestos a satisfacer los pedidos de Gran Hermano y a hacer todo lo que sea necesario (recurriendo a las peores artes para sacarse de encima a los otros, conseguir adhesiones, etc.) para obtener fama y dinero. De mínima, cualquiera puede apreciar que el programa muestra tendencias actuantes en nuestra sociedad, modos de ser de los sujetos y el modo de lazo entre ellos, los valores y miras predominantes. Se observa que quienes participan en el programa no manifiestan preocupación alguna sea intelectual, cultural, política. Están abocados a triunfar sobre el otro a cualquier precio, sometiéndose incluso a situaciones humillantes o lindantes con la tortura: tal es el caso de la supresión de horas de sueño – durante una semana han dormido menos de 4 horas diarias. El confesionario remeda la habitación 101 de la novela de Orwell: en la misma se trata de un espacio de tortura en el que se somete a los sujetos a aquello que les causa más terror, con el objetivo de destruir en su psique aquello que obstaculiza que amen a Gran Hermano.  

Llamativamente se escuchan con frecuencia opiniones de personas que miran el acontecer del programa (hay un canal de cable que transmite permanentemente) que dicen que no están de acuerdo con el mismo, o que no les parece bueno, o que sus participantes tienen comportamiento que les produce intenso rechazo … pero que no pueden dejar de mirarlo, dicen que se han vuelto adictos a Gran Hermano.

La socialización de la psique

Cada sociedad se vale de significaciones imaginarias que ofrecen un sentido para los sujetos, y que proveen de modelos identificatorios y de objetos creados para la sublimación, con el fin de crear así un universo simbólico (conocido como Otro) que es incorporado por los sujetos en su proceso de socialización: el objetivo es generar una subjetividad al servicio de la reproducción del orden social instituido. Se vale de dos características de la psique: su capacidad identificatoria y sublimatoria

Así, la sociedad mediante su magma de significaciones intenta plasmar modos de representar (y también de reprimir), de sentir (hay afectos que son patognomónicos de determinada sociedad o agrupamiento, como la fe cristiana, la pasión revolucionaria), y de actuar. Por supuesto que este magma es heterogéneo ya que la sociedad está dividida en clases y distintos estratos. Y los elementos para ser incorporados deben atravesar modificaciones que la psique les impone: obra de lo que conocemos como imaginación radical. Así es que con el mundo instituido u Otro, los sujetos pueden mantener distinto tipo de relación, que oscila entre la alienación y la autonomía, siendo lo más frecuente modos mixtos. La novela de Orwell lleva al límite el mecanismo de socialización de la psique pretendiendo que este sea absoluto, sin resto, es decir, anulando el inconsciente de los sujetos y el accionar de su imaginación.

Los actuales medios masivos de comunicación, y sobre todo los televisivos y las pantallas múltiples que nos rodean, forman parte de los objetos que nuestra sociedad ha creado para la sublimación del mundo pulsional, y también son transmisores de modelos identificatorios. Las significaciones imaginarias sociales (que dictan lo que la realidad es) han hallado un modo sumamente eficaz de propagación mediante las imágenes visuales. El Otro que la sociedad actual ha construido se expresa (como en la novela de Orwell) a través de dichas pantallas: su intento es el de homogeneizar el sentido socialmente instituido, apropiándose de una parte del mismo y pretendiendo imponérselo a los sujetos. Intenta gobernar el presente, así podrá hacerlo con el pasado y con el futuro.

 El Otro, modelo 2007

¿Cómo es el Otro de estos días?. Es imposible describirlo en su gran complejidad, pero podemos apreciar claramente que expresa predominantemente una significación que compele de modo renovado al “siempre más” del capitalismo, produciendo una pasión por la acumulación y el consumo, aún para quienes están impedidos de realizarlo. Esto va de la mano de la hiperpresencia de artefactos electrónicos y a la aceleración de la temporalidad,. Lo más importante, es que se trata de un Otro que acentúa la falta . Que crea  permanentemente nuevas ofertas (objetos y actividades: viajes, gimnasios, dietas, etc.) que crean ese estado de falta, que será saturada por la adquisición y uso de esos objetos y actividades, en un círculo extenuante para el sujeto. La creación del sentimiento de estar-en-falta es una de las piedras angulares de este Otro y del modo de dominio que se ha instituido en las últimas décadas. Tal como en la novela de Orwell lo lleva a cabo Gran Hermano, es entre nosotros la anónima voz del mercado que cobra mil imágenes la que dicta sobre modelos identificatorios, objetos, actividades. Es un Otro que genera además un modelo de sujeto deseable (amable por el Otro): siempre joven, en línea, activo permanentemente, adquiriendo objetos, hiperkinético …. Así, además, produce (mediante este modelo exaltado) un modo de agrupamiento que se caracteriza por su fragmentación, ya que la exaltación del consumo, la velocidad, la inmediatez (vivir on-line) lleva inexorablemente a un refugio narcisista.

Nos encontramos así con el predominio de una subjetividad en un estado de distracción constante (conectada a pantallas y celulares, mp3, etc.), desconectada del entorno, del cara a cara con los otros, con la sociedad, y consigo misma, una subjetividad agotada por la velocidad y la saturación de información.

Una cuestión a resaltar, es que de este modo esta sociedad produce formas y figuras que se prestan a su vez para que se produzcan formas del padecimiento psíquico: el estar en falta produce un estado de insatisfacción que se asocia al vacío y depresión, la velocidad, el aislamiento, la fragmentación social,  llevan a crisis identificatorias,  patologías del acto, pérdida de deseo. No son cambios superficiales, ya que obligan a redefiniciones clínicas y a repensar los tratamientos.

Entonces, si bien 1984 refleja un estado totalitario llevado al límite, no es necesario que un estado sea totalitario para que algunos de los mecanismos de 1984 se pongan en juego. Podemos agregar también que vivimos en una sociedad en la cual coexisten algunos de los mecanismos expresados en 1984, mixturados con esa otra pesadilla expresada por Aldous Huxley en Un mundo feliz.  La promesa de felicidad de Gran Hermano es muy poderosa.

Gran Hermano tras las bambalinas

Si aguzamos la mirada sobre el programa televisivo y ponemos la sintonía en frecuencia capitalista, podemos observar en qué consiste un oculto mecanismo del mismo: Gran Hermano es una empresa para la que trabajan 18 personas que conviven y compiten … y también los espectadores que creen “participar” y son una parte más del engranaje. El que gana es el empresario-Gran Hermano, gracias al trabajo de todos los demás (en realidad trabajan para él), por el dinero percibido por publicidad y llamados de los celulares. Tras una ilusión de libertad y felicidad (para los televidentes participar en la votación, para los participantes directos el premio en dinero) podemos observar una suerte de 1984 perfeccionado. Este pequeño-gran Hermano  no necesita de la violencia explícita para imponerse y conseguir obediencia y sumisión. Y lo más importante: consigue algo central en la novela de Orwell, no ser cuestionado, y ser amado. Otra cuestión es que una función del programa consiste en reforzar a nivel social este modo de la subjetividad, al ofrecerse como modelo de la vida real  individual y grupal.

Este Otro actual es, también, una suerte de pequeño-Gran Hermano: pequeño en el sentido que no agota al Otro, coexiste aún con otras significaciones y con restos de lo instituido en otros períodos históricos.¿Podrá este pequeño crecer hasta ocupar toda la escena social?. Ya hemos conocido hace treinta años lo que implica algo por el estilo.

Mientras tanto, el destino puede orillar lo que Orwell escribe en las últimas líneas de 1984. La escena final transcurre a posteriori de la batalla de Smith contra Gran Hermano, en la cual es derrotado, y posteriormente liberado al comprobarse que no implica ningún riesgo para aquél. Se encuentra en un bar, mirando las noticias manipuladas según la conveniencia de Gran Hermano (reiteremos una vez más lo escrito más arriba “Quien controla el presente, controla el pasado. Quien controla el pasado, controla el futuro”). Y entonces “dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.”